jueves, 7 de mayo de 2009

Anatomía de "un momento de la hostia"


Vídeo: gol de Andrés Iniesta contra el Chelsea, narrado con pasión por los locutores de RAC1.


Minuto 93 de la eliminatoria de semifinales de la Champions League entre el Barça i el Chelsea. Stamford Bridge, en Londres, era un fortín. El Barça agonizaba, con un jugador menos, sin haber logrado chutar a puerta en todo el partido y sin haber logrado traspasar la imponente tela de araña tejida por Gus Hiddink, entrenador del Chelsea, a lo largo de la eliminatoria. Pero algo se mascaba. Llega el primer centro preciso de Alves en todo el partido, Terry rechaza la pelota que llega a pies de Eto’o, que no controla bien pero que consigue presionar a Essien para que no acierte con el balón. Éste va a Messi, que ve a Iniesta fuera del área. A él va un balón raso, dulce, templando un partido que había llegado al punto de ebullición. El planeta se congela por unas décimas de segundo. Don Andrés, el chico a quien le falta gol, se saca un zapatazo. En ese zapatazo van las esperanzas de millones de culers que en sus casas, en los bares, viendo la tele, escuchando la radio, habían estado sufriendo como nunca. El de Fuentealbilla se deja el alma, como él dijo al acabar el partido, en el disparo.

Y llega el gol, en el último suspiro. El gol y una catarsis colectiva que se ha visto pocas veces.
Lo que Iniesta definió ayer, justo al acabar el partido, como “un momento de la hostia” fue precedido de varios factores que nos llevaron donde nos llevaron. Se ha hablado mucho del arbitraje, y es cierto que el colegiado noruego Övrebö estuvo nefasto y no pitó dos penalties a favor del Chelsea que sí lo eran, especialmente el de las manos de Piqué, pero también es cierto que en la ida el Barça fue seriamente perjudicado, que Ballack directamente no tendría que haber jugado la vuelta, que Abidal fue expulsado injustamente porque por lo visto sus poderes telequinéticos fueron capaces de derribar a Anelka, que corría dos metros por delante de él. Pero el arbitraje no fue el factor decisivo en esta eliminatoria. Aquí va mi teoría:
Hubo dos factores clave para decantar la balanza entre Chelsea y Barça. El primero, la expulsión de Abidal, que creo que, paradójicamente, no fue del todo mala para el equipo. Hasta entonces, incluyendo el partido de ida, el Barça no había variado de táctica. La doble línea defensiva del Chelsea, que incluía marcajes al hombre y en zona, tenía amordazados a los “locos bajitos” blaugrana, Messi, Xavi e Iniesta, que no disponían de dos palmos para jugar. Hiddink había tomado notas en la clase magistral que el Barça había dado en el Santiago Bernabeu y no dejó que Messi se moviera a sus anchas como media punta. Ante esto, Guardiola no encontraba respuesta. Hasta que Abidal tuvo que irse a los vestuarios y el Barça se vio obligado a alterar su disposición sobre el terreno de juego.

El segundo factor es, si cabe, más sorprendente y paradójico: al apostar a fondo por su estrategia conservadora, Hiddink puso en jaque el trabajo de contención hecho a lo largo de toda la eliminatoria: en el minuto 72, y con el Barça con diez jugadores, sacó a Belletti, un lateral, por el delantero Drogba (que no será candidato al Balón de Oro pero sin duda es un serio aspirante al premio Tony al mejor actor dramático… hay que ver lo que cuesta tirarlo al suelo fuera del área y la facilidad que tiene para desmoronarse en cuanto alcanza la zona de penalty). Una apuesta cobarde, rácana, para conservar el 1-0 a sabiendas que un gol del Barça le mandaba a la calle. En lugar de querer amarrar la eliminatoria, que el Chelsea tenía en su mano, le entró el miedo y se acurrucó atrás. Aquí, Hiddink se equivocó, porque cambió un dibujo que le había funcionado de maravilla (tácticamente, me refiero, porque no hubo ni rastro de buen fútbol en su propuesta).
Así pues, los dos equipos se resituaron en el terreno de juego y eso benefició al Barça, porque de repente pudo disponer de un par de palmos más para pensar. Piqué subió al ataque, un poco a la desesperada, y eso obligó a Terry y a Alex estar más pendientes del central, liberando un poquito de espacio. Essien tuvo que dejar a Iniesta, a quien había logrado asfixiar hasta entonces, un poco más suelto para ocuparse también de Eto’o. En ese minuto 93, Alves lanza un centro envenenado. Essien estaba lejos de Iniesta, y con él, la defensa del Chelsea se había visto obligada a ceder un par de palmos extra a Messi y al de Fuentealbilla. Los dos palmos necesarios para que el equipo trenzara su primera jugada de ataque y enviara un balón con el efecto cambiado directamente a la historia.

La cuestión es que el balón entró. Podría no haber entrado, sí, y quizás estaríamos eliminados, pero podrían haber entrado también las ocasiones de Bojan o Eto’o en el partido de ida. El posibilismo no me interesa: la realidad es la que es, y el Barça se planta en la finalísima de Roma gracias a un gol heroico, decisivo, igual que lo fueron el de Bakero contra el Kaiserlautern en 1992 y el de Giuly en San Siro contra el Milan en 2006. Los dos nos acabaron dando el máximo trono continental. ¿Es una premonición de que va a llegar la tercera Copa de Europa a las vitrinas del Camp Nou? Esperemos que sí. De momento, sobre estas líneas tenemos el vídeo de “Un momento de la hostia”. A disfrutarlo.

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