jueves, 27 de octubre de 2011

Las líneas de Nueva York

Nueva York, 2011. (Foto: Isaías Fanlo.)

Nueva York, 2011. (Foto: Isaías Fanlo.)

Las líneas de Nueva York suelen ser rectas, impenintetes y verticales. Se proyectan de abajo a arriba, nos empujan a elevar la mirada y nos transmiten una cierta arrogancia. Dibujan con trazo firme a una ciudad orgullosa, art déco, racionalista e incipientemente moderna. Son las líneas de una fotografía que tiene que hacerse siempre en contrapicado y que se tiñe, de manera invariable, de tonos azules, del azul intenso y oceánico de ese cielo inmenso que hay en América (¿por qué será que el cielo en América es siempre más grande que el Europeo?) al azul metálico, a veces sucio, de los edificios.

La BSO de hoy, un día lluvioso en Barcelona, es de Garbage: "Only happy when it rains".

martes, 18 de octubre de 2011

Una ventana de Marsella

Marsella, 2011. (Foto: Isaías Fanlo.)

martes, 4 de octubre de 2011

Stade Vélodrome


En el Stade Vélodrome juega sus partidos el Olympique de Marsella. Yo sigo al OM desde el año 1991, cuando empecé a ver el fútbol con 10 añitos y en Europa había un equipo de camiseta blanca que tenía jugadores bregadores y con mucha calidad, y en el que había un tipo, un tal Jean-Pierre Papin, que era capaz de empalmar una pelota sin que tocara el suelo. Por aquel entonces no existía internet ni tenía satélite en casa, pero sí parabólica, y mientras aprendía francés veía, los domingos por la noche, los resúmenes de los partidos de la Serie A y de la Ligue 1, y seguía con especial interés al Olympique de Marsella, que en la Copa de Europa acababa de eliminar al todopoderoso Milan.

El Marsella perdió aquella final, pero un par de años después, en 1993, tocó la gloria. Aquel equipo, con la mítica camiseta de las tres franjas diagonales azul cielo (el Lleida tenía el mismo modelo, de la marca Adidas, y eso todavía llamaba más mi atención), consiguió llegar nuevamente a la final de Múnich, y en el Estadio Olímpico batió ni más ni menos que, nuevamente, al Milan, con el histórico cabezazo de Basile Boli. Todavía recuerdo la portada de la revista Don Balón, con Didier Deschamps levantando la Champions League (entonces ya se llamaba así).

Luego llegó el affaire Valenciennes, la compra de partidos, el descenso administrativo y la prohibición de jugar Supercopa de Europa y Copa Intercontinental. La resurrección, las dos finales de la UEFA perdidas (la del 2004 contra el Valencia), la liga 2009-2010 que puso fin a una sequía de 17 años sin títulos... y yo iba siguiendo a aquel equipo por el que desfilaban jugadores como Francescoli, Ravanelli, Nasri, Drogba, Pires... En fin.

Siempre había tenido una cuenta pendiente con el Vélodrome. Estadio mítico de Francia, en el que Holanda eliminó a Argentina en el Mundial 98 con un gol antológico de Bergkamp en el último minuto, con esas extrañas gradas semicirculares. El fin de semana pasado pude saldar esa cuenta. Estuve en el Vélodrome, finalmente, escuchando al fondo norte y al fondo sur gritar "Aux armes!", "Nous sommes les marseillaises!" o "Allez l'OM!", cánticos que se escuchan también en la recreación del Vélodrome para la saga de videojuegos FIFA (donde siempre juego con el Olympique de Marsella). Y me sentí bien. Pese a que el partido, decepcionante, acabó con empate a uno contra el modesto Stade Brestois.