lunes, 30 de agosto de 2010

Buenos Aires

Ariadna, Buenos Aires, 2010. (Foto: Isaías Fanlo.)

En la línea A del subte, el metro de Buenos Aires, uno se rodea de historia mientras va hacia la Plaza de Mayo bajo la calle Rivadavia. Los vagones antiguos se deslizan por las vías con una agilidad impropia, cuando uno esperaría que se arrastraran, medio apesadumbrados, con el desánimo de no poder ya más. Las puertas se abren antes de que la máquina se frene, casi ansiosas por escupir a los pasajeros, por recoger a nuevos viajeros.

lunes, 23 de agosto de 2010

Para no olvidar


Buenos Aires, 2010. (Fotos: Isaías Fanlo.)

Al regresar de cada viaje importante, tenía la costumbre de agarrar una libreta o un ordenador y anotar cosas, momentos, sensaciones que quería que me quedaran fijadas en la memoria y que sabía que, tarde o temprano, se acabarían perdiendo entre los millones de recuerdos acumulados. Hoy, más de diez años después de que empezara esta costumbre, me sorprende cada vez que recupero estas viejas libretas y archivos de Word (¡y de WordPerfect! ¿Remember?) y me vienen a la memoria actividades que había olvidado. Es un poco como la resobada madalena de Proust pero con un estímulo algo más evidente.
El viaje a Buenos Aires me ha dejado un montón de cosas que recordar, así que, a botepronto, me gustaría hacer un listado abierto:

1) Lo primero y más importante, Ariadna y Facundo, mis amigos y las personas que me dieron hospedaje en Buenos Aires. Convivir con ellos ha sido una prueba de fuego más que felizmente superada, y la evidencia de que hay algo sólido, importante, ahí.

2) El respeto que Buenos Aires tiene por las librerías y los cafés, que va más allá incluso de lo que había leído en los libros y de lo que me han explicado. Que en la calle Santa Fe exista una librería como El Ateneo, que es un teatro de herradura dispuesto como una librería, en la que la gente lee en los palcos y toma un café allí donde estaba el escenario, es sintomático de la salud cultural de la ciudad. Que uno se plante frente a librerías como Eterna Cadencia o Libros del Pasaje (las dos en Palermo) y vea que en los escaparates, en lugar de los habituales best sellers, descansen ensayos de filosofía y libros de teoría literaria, no deja de sorprender y de provocar una sonrisa de satisfacción y de confianza en la ciudad.

3) Las empanadas de La Querencia. No olvidarlas nunca, por favor.

4) "La omisión de la familia Coleman", una de las experiencias teatrales más excitantes de mi vida.

5) Cómo el otro lado del Atlántico modifica todo el tema de las proporciones: los cielos tienen un ángulo más abierto, las nubes, cuando son grandes, son más enormes, la luz es más nítida y la percepción de las cosas cambia.

6) Las facturas con dulce de leche para desayunar. No pueden comerse cada día, pero son fantásticas.

7) Los locales donde fuimos a conciertos, desde la magnífica primera noche con la Fernández Fierro hasta las divertidísimas mujeres que componen el grupo de Las Taradas (si alguien conoce a Almodóvar, por favor que le ponga en contacto con estas chicas... tiene inspiración para rato), pasando por las visitas a Lo de Roberto y a otros locales cuyo nombre no recuerdo.

8) Escuchar a Manel yendo en coche por Corrientes, un domingo a primera hora de la mañana. Y perderse a la hora de salir de la ciudad.

9) La cantidad ingente (y envidiable) de arquitectura racionalista que salpica la ciudad como no sucede en ninguna otra metrópolis del mundo. Por algo Le Corbusier estaba enamorado de Buenos Aires...

10) La intensidad con la que se vive un día de fútbol en El bosque, el estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Es tan fuerte, tan furiosa, que uno deja de sentirse seguro. Y la sensación al dejar el estadio es de pérdida, de pérdida de una especie de "inocencia" como aficionado al fútbol.

11) Timbre4, uno de esos teatros de Almagro, en la calle Boedo, situados en un antiguo piso, en los que uno tiene que llamar al timbre (sí, al número 4), esperar en el rellano (sin hacer demasiado ruido para no despertar a los vecinos) hasta que te dejan entrar en lo que era la salita del piso. Y allá, una obra magnífica.

12) El estadio de Huracán, en las afueras de Buenos Aires, su estructura perfecta y su aguja art déco. Parece salido de una fantasía de Fritz Lang.

13) El edificio Kavanagh. Uno de los más hermosos que he visto en mi vida, con su leyenda y su armonía totalmente insólita (foto dos de esta entrada, con el edificio totalmente integrado en el parque de la plaza San Martín).

14) Cruzar la 9 de julio (en dos tandas, por supuesto) escuchando "Buenos Aires", de Benjamin Biolay.

15) Pasear por el frenesí de la Buenos Aires de la última hora de la tarde mientras en el iPod suena "En la ciudad de la furia" de Soda Stereo, que es una gran banda sonora para la ciudad.

16) El bocadillo de vacío en el Tigre, antes de tomar un barco para dar un paseo por el barrio residencial. Por supuesto, el paseo posterior

17) El Museo de Boca Juniors y la visita a La Bombonera, dos de los símbolos de uno de los clubes con más personalidad del mundo.

18) Las tiendas de diseño y de artículos bizarros. Imposible salir de allí con las manos vacías.

19) La profundidad marina del Río de la Plata.

20) El mensaje inscrito en la cúpula de un edificio magnífico y barcelonés que se encuentra en el cruce de Rivadavia y Ayacucho: "No hi ha somnis impossibles". No hay sueños imposibles.

En los próximos días, este blog se irá actualizando con imágenes de Buenos Aires. Hay muchas y alguna de ellas tiene su interés, por lo menos su interés emocional.

La BSO de hoy tiene que ser medio argentina y medio española, y es la canción que da título a esta entrada: