Delta de l'Ebre, 2012. (Foto: Isaías Fanlo.)
Hoy he cambiado, oficialmente, de vivienda. Me he empadronado en la nueva casa y he entregado las llaves de la casa en la que he pasado los últimos cinco años de mi vida. Sin muebles, sin libros, sin las gatas, la casa parecía otra. Más grande, más desnuda, más muerta. Poco que ver con la que voy a recordar cada vez que piense en ella en el futuro.
Hace un par de días me despedí definitivamente del piso de Independència. La casa ya estaba vacía, a excepción de los últimos paquetes. Marc estaba a punto de llegar en coche, para cargar con todo y cerrar la puerta con dos vueltas de llave. Las dos últimas vueltas. Mientras esperaba a que llegara, conecté el iPod al reproductor. Tenía muy claro cuál era la canción que quería que sonara para despedirme de la casa. Busqué, entre los artistas, a Bob Dylan, abrí su lista de canciones, encontré la que buscaba y puse el play. En la casa, vacía, la música resonó acompañada de un eco.
La canción que buscaba era "Changing of the Guards". Una de las composiciones más extrañas de Dylan. De letra indescifrable, pero a la vez muy narrativa. La historia de un cambio, de una inminencia indeterminada situada en una época y un lugar lejanos.
Hace cinco años, decidí escuchar la misma canción en una situación parecida. También cambiaba de piso, pero bajo circunstancias muy diferentes. Entonces, lo hice con lágrimas en los ojos, con una mochila llena de preguntas y de incertidumbre, y sin saber qué era lo que me esperaba. Bob Dylan me hablaba de mis dudas y temores. Ahora, la misma canción me transmitía otro mensaje: un nuevo cambio, pero después de haber convertido las dudas en afirmaciones, la incerteza en seguridad y los temores en confianza. Un cambio a mejor. Un salto con red. Un salto que me apetece y me ilusiona. Las buenas canciones, dicen en un capítulo de Treme, son capaces de decirte cosas diferentes según el momento en que las oyes. En este caso, "Changing of the Guards" me transmitía un mensaje totalmente contrapuesto.
Han pasado cinco años. Desde aquella mudanza soy un hombre distinto. La vida te va tallando poco a poco. Y uno nunca acaba donde esperaba acabar.
Pasaron seis minutos y la melodía se fue apagando. Marc estaba a punto de llegar. Apagué el iPod, desenchufé el reproductor musical, abrí la última caja que iba a llevarme y lo guardé allí. Dos vueltas con llave, y adiós, definitivamente, a una casa en la que dejaré muchísimos recuerdos, y una parte muy importante de mi vida.
1 comentario:
Preciosa canción... los cambios a veces son buenos, son malos, aunque en este caso como son buenos, que los disfrutes.
¡Un abrazo enorme! :)
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